Colgaremos sus datos en nuestro
blog , así como el cuento ganador y seguiremos animando a nuestro alumnado a
participar en proyectos de este tipo.
Os dejamos el cuento para que lo podáis leer, poned, que os ha parecido:
LA
HISTORIA DE LUCA
Como
cada día, Luca se despertó, desayunó y fue a clase. Como siempre, todas las
clases le parecían aburridas e inservibles, hasta que llegó la última. En el
aula 45 esperaban la profesora de historia, con un montón de folios sobre la
mesa y un libro titulado “Historia de América”. Era el último día de clase y la
“profe” estaba dispuesta a aprovecharlo al máximo.
Estuvo
leyendo unos fragmentos de aquel libro, en los que se recogían y explicaban las
notas de Colón sobre aquel continente que había descubierto. Y menos mal que
Luca prestó atención, porque antes de que el timbre sonase les mandó como
deberes para el verano escribir un ensayo sobre el “viaje de Colón a las Américas”.
A
diferencia de otros días, Luca se quedó a terminar de tomar apuntes y luego se
despidió de la profesora deseándole un “feliz verano”.
Salió
del instituto y vio el coche de su madre aparcado en zona prohibida, con los
intermitentes puestos, de modo que corrió hacia él.
Su
madre le preguntó: “¿Qué tal las clases?” y su hermana mayor “¿Por qué has
tardado tanto?”, pero él solo dijo, entusiasmado:
-Me han
mandado un trabajo sobre Colón.
Su
madre arrancó y le miró extrañada por el retrovisor, aunque no dijo nada. Luego
anunció que pasarían el verano en Gran Canaria. Debía de ser muy caro ir desde
Italia hasta allí, por lo que Luca se sorprendió bastante. Desde la muerte de
su padre, antes de que él naciese, más bien faltaba el dinero. Él nunca había
salido de Italia, pero su madre hablaba muy bien de las Canarias. Allí, decía,
había conocido a su padre. Decía mucho que Luca se parecía a él. En su
impulsividad, su forma de expresión… A Luca le costaba creerlo, pues nunca le
había visto y no lo había tenido como ejemplo.
Un par
de semanas más tarde empaquetaron sus cosas y tomaron un avión hacia su
destino. Se instalaron en unos apartamentos en el sur. Luca estaba un poco
disgustado, pues de vez en cuando veía alguna cucaracha en su habitación, y no
podía dormir pensando en su compañera. Pero no tuvo que preocuparse demasiado,
pues el tercer y el cuarto día lo pasaron en un albergue cerca del centro, y el
quinto fueron a visitar pueblecitos del norte. El antepenúltimo día fueron a
ver la capital, las Palmas. Allí visitaron varios museos, como el Elder, el
museo Néstor, El museo Canario… y finalmente, llegaron al museo de Colón. Su
madre les mostró el museo como si lo conociera al dedillo. Vieron el modelo del
camarote de Colón, el mapa de sus rutas y otros variados elementos, pero lo que
más llamó la atención de Luca fueron sus notas y las del sacerdote que le
acompañaba. Estas hablaban de los “indios” con desprecio, describían sus rasgos
físicos y de carácter… todos ellos le recordaron a algo… pensando, descubrió a
quién le recordaban dichos rasgos; su madre. La verdad, aunque ahora que lo
pensaba le parecía extraño, nunca se había preguntado la procedencia de su
madre, ni tan siquiera de su padre. De repente las dudas inundaron su cabeza:
¿Quién era él en realidad? ¿Por qué le entusiasmaba tanto Colón? ¿Estaría
relacionado con la procedencia de su madre? ¿Tal vez de su padre? Y su padre,
¿Quién era? ¿Cómo murió? La cabeza le ardía de deseo de conocimiento y de rabia
por lo que las respuestas no hubiesen llegado a él antes. ¿Por qué no lo había
pensado? Entonces siguió leyendo los escritos y en ellos encontró una
caligrafía forzada al principio, y que después se iba modificando y cogiendo
soltura. Debajo, ponía “letra de indígena convertido al catolicismo. Primer al
tercer mes”. La reconocía. Era de su caligrafía. Todas aquellas ideas se fueron
uniendo en su cabeza como podían, y Luca estaba cada más confundido.
¿Cómo
podía ser aquella letra, si él era un crío de catorce años, y hacía casi
doscientos años que aquello había sido escrito? Pensó y pensó, pero en vez de
hallar la respuesta, se desmayó intentándolo.
Aquella
noche de 1492, un joven grumete despertó en las bodegas de “La Pinta”. Un
marinero se acercó a él y le preguntó:
-¿Qué
te ocurre, chico? Estás temblando.
Era
cierto. Temblaba. Tal vez de frío, tal vez de terror. Acababa de tener un sueño
muy extraño. Un chavalín, más o menos de su edad, había entrado en un lugar
extraño, parecía al camarote de su capitán, solo que con papeles por todas
partes y barcos del tamaño del timón; y había espiado sus escritos, que se
encontraban en una caja extraña transparente, como de cristal. Vivía en una
época totalmente distinta, con unos ropajes extraños. Por un instante, la cara
del muchacho llegó a su mente de nuevo: ¡ERA ÉL! ¿Qué significaría todo
aquello?